La
Copa América está a punto de iniciar los 90 minutos más intensos de la sangría
futbolera americana. Aún resuenan los ecos de la fiesta mundialista que se
vivió en Brasil 2014 y toda la pasión que se vivió en las canchas, estadios,
bares, casas y en todos los lugares donde un televisor o una radio avivan la
hinchada alentando a los gladiadores que buscan el gol.
La
actual copa tiene en los chilenos/as un sentido cercano y próximo, se juega en
nuestros estadios, las selecciones se alojan en nuestras ciudades y en esta
copa “somos más protagonistas.” Aunque la mayor parte de los chilenos/as sólo
se entera del fútbol por los medios de comunicación y son los menos los que
participan de la fiesta de las galerías, los cantos, gritos de aliento, noventa
minutos de saltos, gritos, de ofensas y chuchadas al equipo rival.
Cada
día el fútbol con su maquinaria comercial, multimedial, económica y de moda
impacta más en la población; todos los
medios y su difusión harán que el mes de junio sea sólo Copa América y toda la
propaganda en torno a los noventa minutos más esperados por los hinchas. Un mar
de poleras rojas, banderas, cornetas y papel picado adornaran las calles, todos
preocupados del aparato donde transmiten los partidos, del asado y de la
diversión. Las diferencias estarán marcadas por los barrios donde se reúne la
hinchada, por sus bares, plazas y puntos de encuentro.
Sin
ninguna duda esta fiesta futbolera en la que jugamos de local y que reúne a los
mejores jugadores de este lado del mundo, lleva en su entraña la pasión
orgásmica del triunfo, de burlar al rival, de hacer una jugada para
ridiculizarlo y gritarle fuerte en su cara que agujereamos su entrepierna más
resguardada, el arco; para demostrar con ello nuestra superioridad.
En
ese espectáculo nos divertimos hombres, mujeres, niños/as, muchos jóvenes y
cada vez más mujeres. Destacamos que cada vez más mujeres se hacen parte de
esta fiesta porque toda la industria mediática, propagandista y amplificadora
de la cultura futbolera tiene un sello machista, clasista, discriminador y
sexista donde las mujeres son cosificadas de acuerdo a su cuerpo y el tipo de
transgresión a las que están dispuestas, siempre a los ojos de los hombres que
las miran con la misma pasión y calentura de gol. Además en este contexto futbolero
regional, la explotación sexual infantil, la homofobia, son algunas de las
prácticas que se generan en torno al fútbol y los dominios masculinos
hegemónicos.
El
fútbol nos gusta como juego, con su pasión, esfuerzo, juego de habilidad,
trabajo colectivo y mucha garra. Si el equipo gana o pierde nos sigue gustando,
nos gusta hacer la fila en el estadio y caminar rápido a la entrada de puerta
que nos lleva a la galería, nos
gusta cuando sale el equipo y millones
de papeles picados, voces, gritos, saltos sudorosos, poleras al viento, millones
de partículas azules, rojas y blancas en el cielo tras un sólo clamor, ganar y
pasar la mejor tarde de la vida alentando al equipo.
Si
ponemos la pelotita en tierra y miramos por donde va el contexto de esta Copa
América y del fútbol cada vez más manejado por las empresas, nos gusta menos.
Se levanta la estela de una fiesta diseñada para los hombres donde las mujeres
son transformadas en un objeto de consumo, como la cerveza o el asado. Toda la
fiesta es una fiesta de transgresión al servicio de los varones lo que potencia
la fiebre machista y la hegemónica cultura patriarcal.
Como
en la película brasileña “el año en que mis padres se fueron de vacaciones” de Cao Hamburger, en el marco del mundial de
1970, mientas corre la pelota por los estadios y la hinchada atenta a los
resultados, se vive otra historia, una más trágica en el Brasil de los oscuros
años de la dictadura. Hoy en el marco de esta copa la violencia hacia las
mujeres vive su peor jugada. Hoy ya son 28 las que han muerto en manos de sus (ex)
parejas, pero parece que esto no existe, no está en la prensa, en las
conversaciones, en las estadísticas de los centros de estudios, en las cartas
de los lectores de diarios, etc. La muerte de las mujeres en manos de sus
parejas no es tema de hombres. El femicidio no es parte de nuestra conversación
social. El fútbol, sí.
Mientras
la pelota corre por los estadios de Chile en esta Copa América, los hombres
debemos poner la pelota en el piso, mirar en contexto y decir con fuerza que el
partido de la violencia contra nuestras compañeras, amigas, vecinas, familiares
y muchas otras mujeres, no lo jugamos, pero también debemos cuidarnos de ser
parte de la hinchada que vocifera y canta una canción cargada de burlas,
expresiones donde la feminización del rival es la constante y lo femenino es un
objeto de uso, de burla y de ofensa.
Es
cierto que el futbol, las copas, torneos, tardes de estadio y de bares mirando
el partido, son mucho más que el machismo descrito, pero también son parte de
él y no podemos quedarnos parados viendo
botear la pelota…
En
esta Copa América no juguemos el partido de la violencia
y del machismo. Juguemos el partido de la colaboración, el respecto, la
indignación frente a la violencia machista que asesina mujeres en nuestra
sociedad.
Kolectivo Poroto, hombres por otros vínculos
Junio, 2015.