jueves, 23 de diciembre de 2010

Sociedad Erótica por Helio Gallardo

SOBRE UNA SOCIEDAD ERÓTICA DESDE AMÉRICA LATINA

1.- La invitación ha sido para conversar sobre una sociedad erótica. Mi opinión es que no se trata de un tema ‘filosófico’ o sexual, sino político. Y que más que una ‘sociedad’ debemos referirnos a ella como una comunidad erótica. Y que puesto que conversamos de ella como una comunidad, el enfoque tendrá que centrarse algo o mucho sobre qué es lo que en América Latina perturba la producción de comunidades o de comunidad. Para efectos operativos, una ‘sociedad’ se diferencia de una ‘comunidad’ porque en la primera no existe un emprendimiento común ya que los intereses de los sectores sociales involucrados, o asociados, son antagónicos. Así, enriquecerse (propietarios) no es comparable con sobrevivir y malmorir (trabajadores asalariados y desempleados). Se trata de realidades cualitativamente distintas y enfrentadas. Si quiero enriquecerme o acumular, debo poner a otros en situación de sobrevivencia (dependencia). “Yo soy porque tú no eres” sentenciaría el lema. En las comunidades pueden existir intereses diversos, pero no antagónicos. El lema podría ser: “Si tú, indígena, no eres, yo, ladino, tampoco soy”. “Si tú, mujer, no eres, yo, varón, tampoco soy” Lo que hace ‘ser’, como matriz, es formar parte de un emprendimiento común (relacionamientos) en el cual se crece desde autonomías, integraciones y articulaciones. Con estas autonomías/integraciones se vincula lo erótico.

2.- Quiero precisar algunos conceptos elementales sobre los posicionamientos de esta exposición de hoy. En términos básicos, la noción de ‘eros’, ‘erótica’, hace referencia a la atracción sexual y al deseo que ve en el amado/amada, o en lo amado, algo más que sus límites físicos o rasgos biológicos, es un deseo/búsqueda que los trasciende, que tantea en lo oculto, en el misterio, y que también trasciende el mero deseo del amante, eleva ese deseo esto buscado, explorado y también presentido/temido. Desde este punto de vista, lo erótico se acerca a la utopía. A la transgresión y a la utopía.

Lo opuesto a lo erótico, plasmado en las líneas anteriores, es lo pornográfico. En lo pornográfico, la presencia espectacular, nítida, de la señal o el signo, el poderoso pene erecto, la vulva húmeda o chorreante, el sólido culo de la hembra en un primer plano, consume todo el sentido de los procesos (“aquí se trata de coger”) y, desde una postura tradicional, se supone obsceno. Las sociedades actuales son sociedades pornográficas organizadas y expuestas por medio de signos evidentes sin trascendencia, coactivas, limitantes, se podría llamarlas llamarse sociedades hiperempíricas. Pero al mismo tiempo, se exhiben como no obscenas, como ‘naturales, como el fin, en su doble alcance de acabamiento y finalidad, de la historia, como tramas de señales que se agotan en su utilidad inmediata, en su exposición, en su mera utilización. Las cosas no podrían ser de otra manera. En el mismo movimiento, estas tramas se organizan en función de mercancías, poseen propietarios privados y pueden ser transadas en los diversos mercados y sus jerarquías. Entregarse a los signos y señales, es decir a su espectáculo (lo que se ofrece a la vista y atrae sensorialmente transformándose en ese mismo proceso en sensibilidad, o sea en subjetividad) es todo el sentido de la existencia humana. Básicamente no debe ni puede cambiarse.

La sociedad erótica, en cambio, puede sintetizarse en un lema/imagen que debo al artista y luchador social popular boliviano, Iván Nogales Bazán, quien se interesa y trabaja en la descolonización del cuerpo, asunto directamente ligado con una sociedad erótica en las condiciones latinoamericanas. Se refiere a sus hermanos bolivianos. Les propone dejar de ser como piedras y pasar a ser piedras que abrazan; dejar de ser piedras que abrazan y ser abrazos; y que estos abrazos condensen gratificaciones, resistencias y luchas.

La sociedad erótica es, entonces, una comunidad/proyecto habitado por personas que se desean libidinalmente liberadas y construyen/proponen (testimonian) las acciones e instituciones para alcanzar esta finalidad (que no fin en tanto que, como búsqueda, nunca termina). En el sentido propuesto por Bazán Nogales, descolonizar los cuerpos para retornarle al alma su polimorfa capacidad de gratuita creación erótica. Insisto: no se trata de una sociedad, en realidad, sino de una comunidad que apuesta a quererse a sí misma y ofrece ese amor a otros porque es búsqueda personal y comunitaria.

3.- La charla se centrará en algunos de los factores/condiciones que hacen posible y exigen hoy esta sociedad o comunidad erótica cuya matriz es la pornográfica sociedad capitalista con sus variados efectos generalizados de impudicia que quedan impunes. Por razones de tiempo me concentraré en algunos eventos y los trataré indicativamente.

A) La rebelión de jóvenes y trabajadores franceses en mayo del año 68 del siglo pasado.

Esta rebelión fue un alzamiento contra sociedades entera o saturantemente administradas, ya por gerentes capitalistas, ya por burócratas soviéticos. Contra el capitalismo y contra el socialismo históricamente existentes. Una rebelión, por tanto, contra la autoridad que constituye y reproduce esos órdenes, rebelión que logró convocar a los trabajadores afectados por el desempleo y las malas condiciones laborales y que puso en jaque al sistema económico/político francés, pese a que no se propuso objetivos insurreccionales. Nos interesa un aspecto de esta rebelión y de él un detalle no suficiente enfatizado hasta donde este anciano conoce.

Los jóvenes se alzaron contra el orden vigente y su autoridad. Ahora, la primera autoridad que siente/conoce quien va a llegar a ser joven es la autoridad familiar, la autoridad parental. Y bien, la autoridad de los padres, en una familia nuclear usual, pasa por la madre. Es la administradora, o delegada, del dominio patriarcal en el seno de la familia. Es ella quien introduce los valores patriarcales en sus hijas e hijos. En el caso francés, llama la atención que este punto no se explicitara, o no lo hiciera suficientemente, durante la lucha. Los cuestionamientos no se orientaron a los adultos-padres sino contra los adultos-políticos, en un alcance restrictivo de este último término. La familia no aparece como un lugar donde se reproduzcan dominaciones sociales. La autoridad parental no se muestra como un espacio político. Y con ello la autoridad delegada materna queda invisibilizada en su función política. No se denuncia la función reificante de la mamá. Dejemos, de momento, esta cuestión y pasemos a dar un vistazo a algunos de los lemas que se corearon y pintaron durante el alzamiento de jóvenes y estudiantes franceses (hay decenas). Se han elegido aquí cuatro lemas:

i) "Si lo que ven no es extraño, la visión es falsa”. Se denuncia aquí tanto el hiperempirismo (y con ello la razón instrumental) como la subjetividad domesticada o colonizada. Reclama la ‘sorpresa’ ante lo extraño e inquietante y también su castigo, si ofende.

ii) "Camaradas: proscribamos los aplausos, el espectáculo está en todas partes". Lo cuestionado aquí es el carácter totalitario de las sociedades industriales y postindustriales, capitalistas o socialistas, su proscripción de las alternativas que se siguen de la creatividad humana, de la sospecha, del rechazo, del reclamo por lo que no es o no se permite/deja ver porque se busca anular la imaginación.

iii) "La vida está más allá". En realidad está tanto más acá (subjetividad) como más allá (trascendencia). Se propone aquí la importancia de la trascendencia, no en un sentido primariamente religioso, aunque pueda serlo, sino secular. Introduce a una fenomenología de la utopía: lo que da sentido está más allá y más acá. Es lo erótico si nos empeñamos en los procesos que lo constituyen y avisan.

iiii) “Sean realistas: pidan lo imposible”. Este es uno de los lemas con mayor difusión, pero es también uno de los más cuestionables. Las tres propuestas anteriores se referían a la autonomía para decidir búsquedas y producirse como subjetividad capaz de elegir u optar entre las opciones que van produciéndose. No existe más autoridad que la autoproducción y la búsqueda. En este lema, en cambio, se supone una autoridad. ¿A quién se pedirá (exigirá) lo imposible? ¿Al Estado, a la vida, a los padres, al cura? La cuestión se extiende a un corolario político. ‘Lo imposible’ es lo que el sistema prohíbe. En realidad se hace posible cuando se transgrede el sistema. Lo imposible no es idéntico a lo no factible para la experiencia humana. El sistema declara imposible la descolonización. Pero la descolonización es factible, aunque no dentro de The Matrix. Para nuestros efectos, en una sociedad hiperempírica y pornográfica lo erótico como búsqueda/producción subjetiva de sentidos sensuales y trascendentes, es imposible, excepto bajo su adocenamiento cosmético (lingerie), pero el mensaje que sostiene a esta vestimenta vistosa es el mismo: “No interesa el ropaje. Vamos a coger”.

El lema nos pone de frente ante la ambigüedad e indecisión de la revuelta de los estudiantes y jóvenes. No se cuestiona a la familia ni a la administración materna de ella, menos a su figura, y, en uno de los lemas más socializados, reaparece la autoridad. Lo erótico no reconoce la autoridad ni pretende reinventarla. Tampoco es anárquica porque produce un sentido o sentidos, pero es comunicable. Además, supone relaciones (emprendimientos comunes). Tal vez un diagnóstico. Lo erótico no puede aparecer si no se cuestiona radicalmente lo masculino y lo femenino establecidos. En este caso, la forma de madre ‘natural’ bajo la cual subyace una expresión privilegiada de la ‘naturaleza’ de las mujeres.

Sinteticemos: la rebelión era contra la autoridad social, pero ¿dónde comienza para los jóvenes esta autoridad? En la familia y en la escuela. Era por ello una rebelión contra los padres y en particular contra la figura de la mamá. La mujer que administra la autoridad patriarcal y la inocula en sus hijos, varones y mujeres. Pero esta crítica parental no se hace y la autoridad retorna bajo la forma antierótica del “permiso”. Se va a exigir (o sea a pedir permiso) al Estado… para reclamar lo imposible. Vemos que cuando la rebelión no es radical tampoco puede ser erótica, aunque pida hacer el amor y no la guerra. De alguna manera, la rebelión se torna pueril.

B) Las luchas de mujeres en situación revolucionaria

En el inicio de la misma década de la explosión de los jóvenes y estudiantes contra la autoridad y el totalitarismo hiperempírico que se les imponía prohibiéndoles transgredir y soñar, se da un hecho revolucionario que afecta a la tradicional identificación espontánea entre “ser mujer” y “ser mamá” y alcanza con ello a la institución del matrimonio y a la crianza de hijos (central en la doctrina católica sobre sexualidad). En 1960 se aprueba en EUA la comercialización de las píldoras anticonceptivas con una efectividad media superior al 99%. Por primera vez en la historia de los seres humanos las relaciones sexuales genitales no conducen necesariamente al embarazo de las mujeres. Tener hijos se torna opcional. Y el vínculo corporal entre seres humanos y entre ellos y el mundo se abre a lo erótico.

Además del señalado, la incidencia de estos anticonceptivos tiene o puede tener efectos conceptuales y sociales inmensos: 1) resulta universalmente posible diversificar la actividad genital orientándola hacia dos grandes campos: la producción de bebés, y la autointegración personal con otros y hacia otros sin bebés. La relación de pareja se abre a lo erótico. Que quiere decir a la integración del sí mismo y a la búsqueda comunitaria de producción de sentido. El mundo organizado pornográficamente, centrado en la utilización del ‘otro’ se tambalea. 2) Un segundo ámbito resulta de la expansión misma de la sexualidad. Como en la especie humana la mujer es genital/orgásmicamente el ‘sexo fuerte’, su liberación de la maternidad forzosa expande la libido a todo el cuerpo y, desde él a las relaciones sociales ya inscritas en el cuerpo. La sexualidad expandida transforma a papás y mamás de ‘instrumentos genitales’ centrados en servicios de crianza en búsquedas y encuentros cordiales, que no excluyen los juegos genitales, en la posibilidad de un trato amable en el trabajo (no es idéntico al empleo asalariado) y hacia la Naturaleza. Tiembla el capitalismo que destruye al ser humano y a la Naturaleza. 3) La liberación del cuerpo femenino (y con ello el de los machos) contribuye y facilita avanzar en el reconocimiento de la naturalidad de opciones sexuales no heterosexuales y en su legitimación jurídica y cultural. Se fractura uno de los bastiones de las lógicas discriminatorias sobre los ‘otros’. Podrían desaparecer los ‘closets’ sexuales o étnicos, por citar dos. 4) Si nos trasladamos a América Latina, por primera vez se torna factible que no exista ningún recién nacido no deseado.

Por supuesto hablo de posibilidades conceptuales e imaginables, no de realidades establecidas. En Costa Rica, en el año 2010, la mayor parte de niños nace de madres solteras, es decir que no tienen una relación estable de pareja o que la han tenido y han sido abandonadas por su embarazo, y es presumible que un buen número de niños no haya sido deseado. Y la homosexualidad masculina y femenina sigue siendo considerada una ‘aberración’ por la doctrina católica o una ‘enfermedad curable’ para sectores significativos de la población. Pero aquí no hablamos de lo que efectivamente ocurre, medio siglo después de la revolución de los anticonceptivos, sino de lo que esa revolución posibilitó. Que sus posibilidades no se materialicen tiene que ver con ignorancias social y culturalmente producidas, con dogmas clericales (en el caso latinoamericano) y sobre todo con que un retorno/expansión de la libido (encuentro y creación creativas de goce y felicidad) y de lo erótico resulta incompatible con la organización capitalista de la existencia. Pero las posibilidades están ahí y se han acentuado.

Resolvamos esto a golpe de tambor: The Matrix reaccionó contra los jóvenes y estudiantes haciéndolos parte del mercado o, mejor, de mercados desagregados. Y reaccionó contra la liberación de las mujeres (y de los varones) acentuando la genitalidad de la libido, es decir tornando universal la pornografía y sus señales, su mercadotecnia, y vaciando el espíritu de las gentes de modo que decir “amo a una hamburguesa” o “amo a mi revólver” resulte idéntico a decir “me amo a mí mismo”. Nunca el mundo de la existencia cotidiana se tornó más violento que cuando la aparición de una revolución liberadora y creativa de las subjetividades se hizo posible. Se anunció. The Matrix la invisibilizó. Y concedió, para confundir, a la mujer ciertas ‘igualdades’ jurídicas. Es decir, hacerse institucionalmente como los ‘machos’.

4.- Centrémonos, dando un salto, en dos aspectos pertinentes para América Latina, aspectos que remiten a su específica manera de ser pornográfica, es decir antierótica, y, al mismo tiempo, no solo quedar impune por su violencia social y cultural sino proclamarse éticamente digna de aplauso y venerable. Por supuesto, hablo en términos básicos y solo sobre las lógicas dominantes, no sobre las resistencias que ellas generan.

I.- La crítica generacional (porque deberían ocuparse de ella no solo los jóvenes, sino también los ancianos y, si es posible, los niños) de la familia. Hemos señalado que se mueve contra el patriarcado y contra la jefatura materna, es decir contra la mamá en cuanto sujeto ‘falso’ que se encarga de administrar la dominación machista. Este micro universo de la familia condensa y reproduce en su nivel el ‘orden’ discriminatorio del conjunto de la sociedad. El patriarcalismo, con su grosera reducción de la sexualidad, se vincula de ésta y otras maneras con el mercado capitalista y con el Estado en sus funciones políticas y culturales (dotar de identificaciones).

Este conjunto de instituciones, lógicas y tramas de dominación que se mueven contra una comunidad erótica podemos representarlo con el católico culto mariano. El catolicismo constituye el aparato clerical más poderoso en las sociedades latinoamericanas, de modo que la elección no tiene nada de arbitraria. Y el culto a María es una de las piezas centrales para la movilización no solo de sus feligreses sino de otros sectores sociales. Puede decirse que el culto a la Virgen María (la madre virgen, la representante ante Cristo Jesús del dolor humano y la acompañante/consuelo en las miserias de este “valle de lágrimas”, en ese orden) impacta con éxito indiscutible a muchos latinoamericanos. Incluso ‘nuestros’ militares van a masacrar a los humildes del campo y la ciudad bajo las ‘seguridades’ que entrega la Virgen. Ahora, la jerárquica imaginería católica ve en esta virgen el epítome de la libertad humana. Si fuera así, según nuestro discurso, sería una figura erótica. Pero no se preocupen, se trata de la libertad enmarcada en ‘la’ fe, o sea en una fe ‘religiosa’. En el caso del aparato clerical católico esta fe demanda una absoluta sujeción al Dios que la jerarquía vaticana administra aquí en la tierra. Lo erótico se afirma, en cambio, en una fe antropológica, aunque admite también fe religiosa, que no es lo mismo que la adscripción a un aparato clerical.

Detalles aparte, el foco central, para la jerarquía católica, del culto mariano se pone de manifiesto al final de la encíclica Fides et ratio (1998) de Juan Pablo II. En ella, hablando de cómo la filosofía debe servir a la teología en su tarea de comprensión de la fe, se dice que la Virgen, llamada a ofrecer toda su humanidad y femineidad para que naciera Jesús, no perdió “nada de su verdadera humanidad y libertad” (# 108). En realidad el texto bíblico apunta hacia otra cosa. Enterada por un ángel o arcángel, que la visita en su casa, de que tendrá un hijo por decisión de Dios, María replica: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra” (Lucas, 1, 38). María no tiene ninguna duda, cree ver un ángel (varón) porque éste se le presenta como tal y dice serlo. Su fe de mujer en Jehová y el dominio patriarcal judío, cuestiones muy vinculadas, fetichizan la percepción que María tiene del mundo. Su subjetividad domesticada o colonizada la ubica en un fetichizado (y fantástico) mundo hiperempírico generado desde el doble imperio de Jehová y los machos. La fe en Jehová y el señorío del macho la conducen, sin violencia visible, a aceptar como necesaria e indisputable la identidad del macho ángel y un mensaje que no es ni saludo ni una petición, sino una orden. Algo que una María fetichizada/sujecionada no puede rechazar. Por eso el “He aquí tu esclava”. María no tiene capacidad (y ella cree que tampoco necesidad) para producir posibilidades, abrir búsquedas o alegrarse desde sí misma porque la clerical sociedad judía no le ha permitido nunca (le ha prohibido) ser sí misma. Es solo una hembra y las hembras obedecen a los machos y al mundo objeto-subjetivo que ellos producen/dibujan. Si el macho es angelical, doble imperio. Por supuesto, el tal ángel pudo ser un truco de Satán. Pero María “ve” y “siente” un ángel. Desde el nicho que su sociedad le ha producido (mujer-niña, dependiente, ‘cosa’) no tiene otra posibilidad.

Hemos señalado, anteriormente, que lo erótico se vincula no con la sumisión sino con la capacidad de producir opciones y disfrutar sensualmente de ellas. Es una manera de descubrirse, de rechazar lo que se presenta como necesario e ineludible e imaginar y llevar a cabo lo imposible, o sea lo prohibido.

Como se advierte, la compleja fetichización de María es lo contrario del ejercicio de la libertad humana y con ello su culto se ubica en un universo paralelo al que puede generar el erotismo.

Ahora, en América Latina el aparato clerical católico nos pide a todos ser como María. De hecho, desde su perspectiva, somos sus hijos. Nuestras sujeciones bobas, al clero, al patrón, a los ejércitos, a los tecnócratas, nuestras mansedumbres exigidas, ‘nuestros’ roles… los traeríamos en los genes como descendientes que somos de La Madre, o sea de María. Y cuando nos rebelamos, el correlato de esta sujeción familiar: la ira de Dios/macho o de los padres o de los profesores o del cura o de los ejércitos o del mercado: las masacres efectivas o simbólicas. El círculo se cierra cuando las masacres son aplaudidas (lo obsceno brutal toma el lugar gratificador de lo erótico) y quedan, en tanto crímenes, impunes. Como se ve, casi nada implica el culto mariano con el cual los seres humanos, según Juan Pablo II, ‘no pierden nada de su verdadera humanidad y libertad’.

No diré aquí una palabra sobre cómo el culto mariano incide en la pobrísima y descabellada, aunque odiosa, doctrina católica sobre la sexualidad humana. Solo recordaré que ella liga sexualidad genital (la única que acepta y promueve) con culpa y pecado y la destina fijamente a algo que hoy debería estar superado: la maternidad femenina en el matrimonio y la crianza parental de los hijos. Fuera de estas tareas acometidas con tutela clerical, no hay libido que valga. Toda otra expresión libidinal, toda otra alegría y gratificación, conduce a la idolatría y al infierno (antes de que lo suprimieran). A lo que se teme en esta doctrina, en verdad, es a la gratificación (que es transgresora) y a la felicidad que cualquier ser humano puede alcanzar por medio de la libido genital o no genital. La jerarquía católica estima que asociar la experiencia humana de una forma no mística con la gratificación, la integración personal y la felicidad puede transformarse en un factor de discernimiento, rebelión organizada y utopía seculares. Lleva razón. Por ello en América Latina, y en todas partes, le asigna más valor al “valle de lágrimas” y a la política resignación que acepta el dolor y la desgracia recurrentes sin chistar: “Patrones y mundo que nos hace sufrir: he aquí tus esclavos”.

Con el catolicismo, llevamos la esclavitud en el corazón. No es raro que seamos tan infelices y reductivamente genitales y que lo erótico y el deleite se lo dejemos a extravagantes ilustrados exquisitos o, demencialmente, al porno. Desde la infelicidad y la esclavitud llamamos a estos ‘exquisitos’ “amanerados”, “gourmet”, “mariposones” o dando un giro brusco “esclavos de sus apetencias”. Lo erótico resulta de esta manera algo propio de minorías extrañas, de adictos afeminados cuando se trata, en realidad de un rasgo y de una búsqueda/tensión universales en la especie. El asunto es sobrerrepresivo (la inexistencia de comunidades eróticas y las instituciones y lógicas que la bloquean) porque hoy es enteramente innecesario asumirse como un mero/mera copulador y reproductor, que es una de las maneras de contribuir en la producción y reproducción de un mundo brutal, inseguro e infeliz al que hemos determinado como pornográfico e impune.

II.- La segunda referencia es respecto a la liberación femenina que hemos centrado en las luchas de mujeres con teoría de género y que se afirman en la revolución libidinal que acarrea la puesta en circulación de preservativos de altísima eficacia. El punto que interesa aquí es el de la autotransferencia de poder y la creación de espacios de liberación a los que podemos calificar como ámbitos de poder local.

La secuencia es la siguiente: las mujeres bajo dominio patriarcal aceptan o resienten las identificaciones inerciales que les provee el sistema. Los anticonceptivos que les permiten, si así lo desean, no quedar nunca embarazadas les abren la posibilidad, si luchan, de autotransferirse capacidades que exceden lo biológico/genital y que se centran en su integración desde sí mismas y en su potencial de exploración erótica: se trata de una liberación de la mecánica y química de los cuerpos (personales y sociales) que contiene la revitalización de las almas (subjetividades) y con ello de sus procesos/facultades de relacionamiento: al crearse como un nuevo tipo de personas libidinales, las mujeres redimensionan las relaciones de pareja y los vínculos de todos con el mundo de las mercancías y con la Naturaleza. La comunidad erótica se abre paso, intersticial o mediante supercarreteras, desde la capacidad enteramente nueva de las mujeres con teoría de género para producir desde sí mismas identidades efectivas (autoestima, gratificación) que desplazan las identificaciones inerciales que les ha dado el sistema de constitución y reproducción de imperios.

La cuestión no se agota aquí. Una revolución tan radical del comportamiento libidinal (aunque todo el sistema se movilice en su contra), debería irradiar a otros espacios, especialmente en las sociedades latinoamericanas desagregadas y desmovilizadas por las tramas de dominaciones señorial-oligárquica, clerical y tecnocrática. Dejo en paz la dependencia geopolítica y cultural que también forma parte de esta trama ‘interna’. Con una figura, se trata de los vínculos unilaterales entre señor/vasallo, señor/chusma, cura/laico fiel, militar/civil, aparato clerical de masas, expertos/vulgo ignaro. En el límite, las personalizaciones de los “desechables” (Colombia) y de las no-personas resueltas como tales por los poderes reinantes (travestis, por ejemplo, o narco-terroristas). Sociohistóricamente remite a las discriminaciones racistas, étnicas, sociales, políticas y su culminación en masacres. Conceptualmente, a la cuestión del ‘otro’ discriminado, acusado, ‘salvado’ o ‘sanado’. La revolución libidinal, o la comunidad erótica, carece de ‘otros’: todos somos reconocibles en nuestra experiencia humana, todos somos acompañables y todos estamos invitados al banquete y queremos llegar a él. Y en el banquete, todos los sitios, en su diversidad, admiten a la Naturaleza. Es la cuestión del Otro y de Lo Otro. Discriminar, bajo cualesquiera de sus formas, se torna obsceno.

Si se lo quiere más preciso y literario, una sexualidad liberada desde las mujeres abre otro mundo para el homosexual y para el anciano, por citar dos referencias directas de experiencias humanas diversas pero libidinalmente legítimas. Ya no tienen que avergonzarse ni ser avergonzados por sus amores o desamores. Ni por sus existentes o inexistentes erecciones o por la falta de lubricación. Igual pueden amar con todo su cuerpo/alma, literalmente hasta la muerte y más allá, porque todos y cada uno dejarán gratificante herencia. Se trata de un mundo con responsabilidades pero sin culpa. Por supuesto, nada de esto ocurre hoy.

Podemos resumir: la rebelión de los jóvenes y estudiantes en la década de los sesenta se orienta contra la autoridad aunque es omisa respecto de la autoridad de la madre en el seno de la familia. Pero esta mamá es liberada de su papel de administradora de la dominación patriarcal por el impacto de los anticonceptivos de altísima eficacia. La figura de la madre, por primera vez, pasa a ser una opción y por tanto una responsabilidad político-cultural, que no puede seguirse de ninguna ‘naturaleza’. Con mujeres que pueden optar y autoproducir sus cuerpos/almas, el culto de María, en tanto mujer-esclava, deviene grotesco. Concebir a Jesús, o a cualquier hijo, es una opción, no una obligación. De hecho en las sociedades modernas incluso “salvarse” es una opción. Uno puede elegir condenarse porque ir al Infierno (con independencia de su abolición) no configura delito. La liberación femenina desencadena la posibilidad y necesidad de otras transferencias de poder (campesinos, pobres de la ciudad y del campo, por ejemplo), donde lo que se transfiere cambia su carácter. No se trata de dominar o explotar o discriminar o violentar, sino de reconocer y acompañar la universalidad de la experiencia humana legítima en cuanto expresa autoestima: quererse uno para ofrecerse a otros y crecer con ellos y para uno mismo.

Si maternidad y Cielo no son ya obligatorios, América Latina, sus gentes, sus pueblos, puede aspirar a autoproducirse política y culturalmente desde sus raíces, que son básicas y también particularizadas, como otra cosa. A esta ‘otra cosa’ la llamamos hoy aquí “sociedad erótica”. Se trata de un proceso en el cual se construye comunidades de no discriminación entre cuerpos/sensibles que se vinculan con amor desde esfuerzos de integración personales y para articular emprendimientos colectivos abiertos que se plasman en una existencia cotidiana de reconocimiento y servicios no mercantiles y gratificantes entre diversos.

Pueden comparar esta esquemática descripción con lo que ocurre en estos días con el conflicto entre Costa Rica y Nicaragua: odios, desagregaciones internas, cuerpos crispados, escupitajos, sarcasmos, desprecios mutuos, jingoísmo, piedras ‘con patria’…y, especialmente, ausencia de iniciativas que beneficiando a sus poblaciones las eroticen.

Libidinal y materialmente hoy es factible emprender política y culturalmente un camino que conduzca a otra realidad. Sin duda se trata de un camino arduo y complejo. Pero nadie ha dicho que autoproducirse como ser humano sea algo fácil y simple. Menos aún desde América Latina. Muchas gracias.

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