“Dicen que el que no tiene de donde
se compra un auto bien grande
para poder relucir
sueña con esas tetas divinas
con muchas piernas cruzadas
un leve toque francés”
se compra un auto bien grande
para poder relucir
sueña con esas tetas divinas
con muchas piernas cruzadas
un leve toque francés”
“Sed de gol” - Joe
Vasconcellos
Entrando a
la cancha.
Nuestra
postura como kolectivo frente al fútbol, no es anti-fútbol. Nos gusta, somos
peloteros, vamos al estadio, vemos con placer las pichangas de la población y
en algunos casos, jugamos regularmente cada semana. No pretendemos con este
ejercicio, construir una moral en oposición al fútbol, porque nos gusta
jugarlo, y precisamente, bajo esa constatación, apostamos por de-construir
aquellas prácticas que lo secuestran y le asignan relaciones sociales de dominación
patriarcales y económicas.
Primer
tiempo.
El académico
Oscar Barrera en su trabajo “Nosotros no jugamos con viejas” (2011), considera
que el fútbol sostiene el sistema patriarcal, a través de la propagación de la
representación de un modelo de hombre hegemónico (fuerte, joven, ágil, hábil,
tramposo y burlón) a un gran número de espectadores, en un contexto neoliberal,
que promueve desde la publicidad y el comercio, los estereotipos, atributos y
valores del hombre ideal, los cuales por cierto, son según el autor muy
funcionales al desarrollo del capitalismo. A nuestro juicio, el patriarcado es
anterior al capitalismo; sin embargo, este último se nutre de él para potenciar
sus estrategias de acción, es decir, utilizan al fútbol como herramienta para
potenciar relaciones sociales en clave de dominación.
Desde el Kolectivo
Poroto visualizamos el fútbol como una posibilidad para mirar lo social, en
particular, las construcciones en torno a las masculinidades. Particularmente,
queremos ver el fútbol desde las relaciones de consumo (re) producidas en dicho
espacio, asumiendo la tarea de reconocer elementos estructurales en torno al
fútbol (fútbol mercantilizado, profesionalizado), así como aquellos presentes
en nuestras vidas cotidianas que provienen desde esta práctica sociocultural
(para entenderlas y de-construirlas, por ejemplo, cuando vamos al estadio,
dejamos de gritar consignas homofóbicas).
Entre
tiempo.
El fútbol en
su carácter “competitivo”, configura relaciones de poder en clave de dominación,
cuando se asume como una práctica de sometimiento hacia aquellos que derrota,
es decir, con quienes juega/comparte. Visto así, este deporte apuesta por el
éxito para excluir a los rivales. Los goles, son parte del maltrato a los
otros, “sino ganamos, les pegamos”, y cuando ganamos, ridiculizamos a los
perdedores al extremo de anularnos como sujetos.
Lo asumido
como “natural” en el fútbol, ganar/perder, no es más que un proceso de
construcción social, es decir, sus reglas se pueden modificar, en base a los
intereses que persiga nuestro quehacer político-social. Si apostamos por la
competencia como consigna, el fútbol en su práctica habitual, es perfecto. Si
queremos otros tipos de relaciones, comenzar por interrogar los valores que se
construyen en torno a él, como práctica social, es una oportunidad.
Segundo
tiempo.
La
profesionalización del fútbol (objeto de consumo, procesos de mercantilización,
de dirigentes a empresarios del fútbol, etc.), construyó la idea de esta
práctica como una posibilidad de movilidad social, idea que vemos expresada muy
fuertemente, en las escuelas de fútbol; donde padres/madres apuestan porque sus
hijos/as, algún día lleguen al fútbol profesional (como Alexis Sánchez, por
ejemplo). El problema que visualizamos, es que muchas veces estos espacios de
acompañamiento, van de la mano de sobre-exigencias, maltratos psicológicos y
gritos que castigan cuando las cosas no salen según las expectativas de las y
los apoderados. Si en el caso de las mujeres
se dice que “para ser bellas hay que ver estrellas”, en los varones
futboleros para ser futbolista profesional, hay correr y meterla (poner huevos)
y por cierto, no expresar sentimientos que puedan ser leídos como debilidad
según el Modelo Hegemónico de Masculinidad Patriarcal. Gary Medel, seleccionado nacional, en una
conferencia de prensa el 2010, en el contexto del mundial de fútbol, dijo “no
pude llorar porque dicen que soy el pitbull gay”, frente a lo cual se desataron
carcajadas de los periodistas asistentes (18-06-10).
Minuto 90.
La
feminización del rival, aparece como característica del fútbol en su versión
patriarcal capitalista: “madres”, “zorras” y “monjas”. La genitalización del
derrotado, como sumisión. Pene avasallador para los que pierden. Por su parte en
la escuela, “recreo”, nos solemos encontrar
con prácticas que van desde el apropiamiento del espacio por parte de
los varones que juegan fútbol, hasta las reproducciones de las violencias de
las barras (violencias sociales). La población es también un espacio donde se
expresa lo anterior, la “liturgia” de ir al estadio, muchas veces se tiñe de
violencia de género (acoso sexual callejero, por ejemplo). La derrota es signo
de debilidad, por eso perder bajo esta perspectiva es inaceptable. La
diferencia, lo diverso en este contexto, se transforma en desigualdad, y toda
desigualdad merece sospecha y por cierto negación, hasta su desaparición
material o simbólica.
Tiempo
extra.
Las
alternativas que visualizamos en este escenario, van de la mano de reconocer en
nuestros aliados/as, prácticas que se abren camino desde producciones
contraculturales: Chigol y Fútbol por la vida de Costa Rica (experiencias de
fútbol callejero), Escuelas de fútbol desde la educación popular, Centros sociales
y sus talleres de fútbol mixto, nos dan algunas pistas:
·
Apostamos por volver[1]
al fútbol como un espacio de socialización, que asuma la construcción social de
este deporte, y por ejemplo, pase de prácticas basadas en la competencia a
prácticas colaborativas (el ejemplo de la silla músical).
·
Juntarse a “chutear” (patear el balón) y divertirse
sin tantas reglas, viviendo el fútbol como una práctica de encuentro entre
sujetos que se sienten convocados por el placer de jugarlo, sin tener nada que
demostrar (Eduardo Galeano describe el fútbol como el triste viaje del placer
al deber).
·
Problematizar la “competencia” del fútbol, como una
posibilidad para desnaturalizar sus prácticas patriarcales, reconociendo la
funcionalidad para el capitalismo (modo de producción).
·
Inventar juegos donde el triunfo sea solo colectivo
(individualidades que lo sostienen), que promueva la cooperación y el trabajo
en equipo.
Cabe consignar, que el Patriarcado nos
va ganando “el partido”, por goleada, pero no está muerto el que lucha.
Noviembre –
2012.
Comentarios a nuestro correo kolectivoporoto@gmail.com
http://kolectivoporoto.blogspot.com/
[1] El
fútbol no fue siempre competencia. Eduardo Galeano dedica su libro “El fútbol a
sol y sombra” a aquellos niños que se encontraba en los campos de su natal
Uruguay. Ellos venían de jugar y cantaban “ganamos, perdimos, igual nos
divertimos”.
J
Ahora los progresistas quieren construir el paraíso del fútbol socialista, porque el fútbol capitalista es desigual y se burla del rival. ¿Me podrías nombrar algún autor "neoliberal"?
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